Horas atrás escuchaban mi hermano y un fuego fatuo que se
apaga (espero que no por mucho tiempo) esas cosas que se alegan entre cebada
fermentada y nubes de tabaco.



Los tres miraron al suelo. Dos con la esperanza de una lija
o pulidora. El fuego fatuo con ganas de arder de nuevo.
Se me pidió hace tiempo un ave Fénix literario. Y surgió.
Pero se fue volando. Emigró.
Ahora los restos de la ceniza que no se tornó pluma, se
petrifican. Pero las rocas de metal con fuego se vuelven armas. Y con las armas
se combate.
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