lunes, 23 de septiembre de 2013

¿De cuántas lágrimas está formada una sonrisa?

¿De cuántas lágrimas está formada una sonrisa?
¿Que son unos labios, si no unos párpados de los que emana baba?
La sonrisa más grande y más sincera siempre se armó con lágrimas.
Y sin embargo cientos de miles de siluetas deambulan bajo tierra y sobre ella. Nadie sonríe. “Quetales” solventados con “bienes”. La felicidad se tornó vinagre hace lustros. Semblantes oscuros que ascienden tersos. Rostros negros con líneas en ojos. Se olvidó el aguantar las miradas. Todos lo hacen. Si miras demasiado eres extraño, enfermo. Ni siquiera son capaces sus grasientos dedos de tocar papeles. Mirar a los ojos es de sádicos. Se podrían contagiar de problemas y sentimientos de los otros. Vamos camino de la supresión:

-Oiga caballero, ¡míreselo! Parece que está empezando a sentir usted algo. No vaya a ser que vaya usted a enamorarse o a tener una llorera aquí delante de todos. Déjeme que llame a las fuerzas de seguridad anti-sentimientos. Le pondrán enseguida una inyección deshumanizadora y volverá a ser un zombie teledirigido. Ya verá como se encuentra usted mucho mejor-

Tengan cuidado, mirar es pecado mortal. Un loco es aquel desconocido que te habla. Obscenos aquellos que se sientan a tu lado y te rozan. Maleducado el que fija la mirada. Bicho raro el que escribe cosas en público en libretas. Tipo raro el que huele de cerca el perfume que llevas…

Ciencias ficciones predicen que las máquinas se levantarán y prevalecerán sobre la raza humana. Las profecías siempre hay que interpretarlas. Yo digo que las máquinas seremos nosotros. Ya lo somos. Cada día un poco más. Y nos estamos dejando ganar.

Pedazos de humanidad se desprenden día a día.
En las calles, el los parques y en las esquinas.
No son lunes ni días malos.
Sólo son los corazones,
que se han quedado olvidados…

lunes, 25 de febrero de 2013

CERBERUS


Se encontró ante unas gigantes fauces. La criatura abrió la boca y reveló una tremenda oscuridad abismal. Él sabía que podría ser horrible, pero algo dentro de sí le empujaba poco a poco. A pesar de sus dimensiones dantescas, el muchacho no podía evitar estar maravillado y miró sus ojos. Su mirada penetrante, arrastraba sus pies, igual que una polea tira de una cuerda.

Le torturaba su cabeza a medida que avanzaba. Tendría una muerte horrible. Le engulliría sin masticar, eso era obvio. Lo que le atormentaba, era la digestión. Podría morir asfixiado, disuelto en algún jugo gástrico que corroería su carne; y no necesariamente en ese orden. Al final, sería expulsado igual que entró. Eso sí, carente de vida. Tan sólo una masa triturada de huesos, carne y sentimientos.

 Al borde del abismo, se paró a pensar. Todo le daba igual ya. Sólo quería estar dentro. Merecía la pena intentarlo. Miró a su alrededor, observando a las otras criaturas, todas ellas en libertad. Había elegido a la única encadenada. El cancerbero que guardada las puertas del averno. La criatura de Hades.

Entonces lo vio claro. Echó mano a su puñal y comenzó a correr. Sus esperanzas se centraron en ese momento. Se dejaría engullir. Se lanzaría al vacío. En ese instante decidió no dejarse digerir. Una vez dentro, rebanaría las entrañas que hiciese falta. Se abriría paso entre músculos y arterias. Llegaría al corazón y una vez lo alcanzase, lo abriría en canal. Serían sus latidos lo que le asfixiaría y allí levantaría su tumba. 

sábado, 9 de febrero de 2013


Los Hombres Huecos



I
Somos los hombres huecos
Somos los hombres rellenos
Inclinados unos con otros
La cabeza llena de paja. ¡Pobres!
Nuestras voces secas, cuando
Susurramos juntos
Son suaves y sin sentido
Como el viento sobre el pasto seco
O pies de ratas sobre vidrio roto
En nuestra bodega seca
Figura sin forma, sombra sin color,
Fuerza paralizada, gesto sin movimiento;
Aquellos que han cruzado
con mirada decidida, al otro reino, al de la muerte
Recuérdennos, -si es que lo hacen- no como perdidas
Violentas almas, sino sólo
Como los hombres huecos
Los hombres rellenos.



II

Ojos que no me atrevo a encontrar en sueños
En el reino de los sueños de la muerte
Ellos no aparecen
Allí los ojos son
Luz solar sobre una columna rota
Allí, está un árbol balanceándose
Y las voces son
En el canto del viento
Más distantes y más solemnes
Que una estrella desvaneciéndose.
Déjame estar lejos
En el reino de los sueños de la muerte
Déjame también ponerme,
Tales disfraces deliberados
Saco de rata, piel de cuervo,
Cruces del campo santo
Que se comportan como el viento se comporta
No mas cerca -
Ni siquiera en ese encuentro final
En el reino de las penumbras





III



Esta es la tierra muerta
Esta es tierra de cactus
Aquí las imágenes de piedra
Se levantan, aquí reciben
la súplica de la mano de un hombre muerto
Bajo el parpadeo de una estrella que se desvanece.
Es así
En el otro reino de la muerte
Despertando sólo
A la hora en que estamos
Temblando con ternura
Labios que podrían besar
Componen rezos para piedras rotas.



IV

Los ojos no están aquí
Aquí no hay ojos
En este valle de estrellas que agonizan
En este valle hundido
Esta mandíbula rota de nuestros reinos perdidos
En estos últimos lugares de reunión
Vamos a tientas, juntos
Evitando hablar
Reunidos a la orilla del río caudaloso
Ciegos, a menos
Que los ojos reaparezcan
Como la estrella perpetua
Rosa multifoliada
Del reino crepuscular de la muerte
La única esperanza
De los hombres vacíos.

V
Aquí vamos alrededor del espinoso peral
Espinoso peral espinoso peral
Aquí vamos alrededor del espinoso peral
A las cinco en punto de la mañana .
Entre la idea
Y la realidad
Entre el movimiento
Y el acto
La sombra cae
Porque tuyo es el reino
Entre la concepción
Y la creación
Entre la emoción
Y la respuesta
La sombra cae
La vida es muy larga
Entre el deseo
Y el espasmo
Entre la potencia
Y la existencia
Entre la esencia
Y el descenso
La sombra cae
Pues ligero es el reino
Pues ligero es
La vida es
Pues ligera es la
Así es como el mundo acaba
Así es como el mundo acaba
Así es como el mundo acaba
No con una explosión sino con un gemido.
 
                             T. S. Elliot





miércoles, 16 de enero de 2013

CRISTALIA: LOS PIES DE LA PRINCESA CASTA



Cuentan los ancianos que hubo un tiempo en el que existía un mundo lejano. Un mundo mágico y fantástico cuya superficie estaba toda recubierta de agua salada. Lo llamaban Cristalia “el eterno mar”. Sus aguas eran cristalinas y desde la Tierra parecía una bola de cristal. Cuando Cristalia era alcanzado por el Sol al amanecer, desprendía unos preciosos destellos de oro claro. Cuando en una cara de la Tierra anochecía en la opuesta de Cristalia amanecía, de tal forma que los rayos dorados daban luz y calor en las frías noches terrestres.

Pero Cristalia no siempre fue “el eterno mar”. Uno de esos ancianos, el más viejo de todos, les contó a los otros en su lecho de muerte, una leyenda que jamás había contado. Una leyenda que únicamente él sabía. Una leyenda que a su padre le contó su padre, a éste su padre y a éste último su padre (y así sucesivamente durante siglos y siglos). La historia del cómo Cristalia se tornó mar eterno.

Hace milenios Cristalia era conocido por el nombre de Auria. Era un precioso y cercano planeta muy parecido a la Tierra, antes de ser devastada por los humanos, pero con la peculiaridad de que sus aguas eran dulces como la mermelada. En Auria había miles de criaturas hermosas, igual que los animales de la Tierra. Había también dos principales razas de seres inteligentes que dominaban al resto de criaturas. Los Casta y los Musi. 
 
Los Casta eran una raza anfibia imponente. Eran altos y muy hermosos. Habitaban las Tierras Altas de Auria, donde los mares son dulces. Tenían los ojos almendrados, piel lechosa, cabellos de un amarillo tan claro que casi parecía blanco y tenían una muy peculiar forma de correr pues estaban hechos para el agua.

Los Musi por el contrario eran seres alados más pequeños, no podían nadar pero si volaban cual pájaros. Habitaban el ecuador de Auria. Tenían la tez morena, los cabellos oscuros, manos y pies grandes y voces musicales.

 Los Casta nunca se juntaban con los Musi. Pero hubo una vez, en la que eso cambió.

Kim era un joven Musi que siempre quiso saber como sería poder nadar y respirar bajo las aguas como hacían los Casta. Vivía casi en la frontera con las Tierras Altas así que un día decidió volar hasta la morada de los Casta.

La única forma de acceder a las Tierras Altas era volando desde el ecuador (pues como su nombre indica estaban en lo Alto de imposibles montañas), mientras que la única manera de llegar al ecuador desde las Tierras Altas era descendiendo el Gran Cauce (un torrente de agua que descendía de una de las montañas).

Kim voló durante unas horas y llegó a las Tierras Altas y tras investigar desde el aire las moradas de los Casta y verles nadar igual que delfines por los mares dulces se posó en un árbol cercano a una playa. Del agua vio salir a la más hermosa y bella de los Casta. La princesa Tine. Kim quedó prendado de sus encantos y se acercaba más y más hasta que Tine le vio y comenzaron a hablar. Ella empezó a ver que Kim era un ser especial y él que no había encontrado jamás un ser como ella. Kim cada noche volaba desde el ecuador hasta la ventana del palacio de Tine y poco a poco se fueron enamorando perdidamente.

Un buen día Tine le dijo a Kim que la llevara volando a ver el ecuador, pero que tendría que agarrarla con mucho cuidado, ya que la piel de los Casta era demasiado delicada y frágil. Los Musi agarraban muy fuerte ya que tenían una gran fuerza en las manos y le dijo que sobre todo no podría tocarle nunca los píes. Los pies de los Casta eran muy sensibles y con el tacto de un Musi podrían romperse las membranas que les permitían nadar. Sin ellas no podría volver a hacerlo nunca más.

Una noche mientras jugueteaban y se revolvían y en el aire se dijeron que se amaban e hicieron el amor durante horas y horas mientras volaban por todo Auria. Y Kim dejó en su lecho a la princesa.

Al día siguiente Kim empezó a recordar una y otra vez algo que había hecho mal. Algo que no estuvo bien hacer y que había ocultado a Tine por miedo. Miedo a no volver a ver a su amada princesa Casta. Así que voló una vez más hasta su palacio y Tine se acurrucó entre sus brazos. Comenzaron a volar sobre los árboles y Kim le contó a Tine lo malo que había hecho. Tine se escandalizó y se revolvió entre sus brazos cayendo al vacío. En un acto reflejo Kim agarró a la princesa de los pies rompiendo así sus membranas. La princesa enfureció y le dijo a Kim entre lágrimas que no quería verle. Que se fuera. Así que Kim corrió y emprendió el vuelo mientras lloraba desconsolado e histérico por lo que había hecho y por las palabras de su princesa. Debido a la histeria, el Musi no vio un gran árbol que sobresalía en su ruta de vuelto y tropezó con él. Se estampó y cayó al vacío rompiéndose por completo las dos alas.

Fue la última vez que se vieron Kim y su princesa Casta Tine.

Durante años y años el Musi intentó escalar las montañas y la princesa Casta nadar. Ninguno de los dos tuvo éxito y jamás pararon de llorar. Sus lágrimas saladas inundaron la faz de Auria.

Todos los Musi al principio intentaron volar pero no podían mantenerse siempre en vuelo. Todos los Casta intentaron nadar pero las aguas de Auria se volvieron saladas. Así que tras ahogarse todos los animales de Auria, las dos razas pensantes también lo hicieron.

Así fue como Auria pasó a ser llamada Cristalia “el eterno mar”. Y poco a poco fue desvaneciéndose, condenando al planeta Tierra a sufrir las noches frías y oscuras hasta el fin de los tiempos.

El anciano ya delirando justo antes de expirar, dijo que una vez oyó a su abuelo leerle a su padre unos documentos de su tatarabuelo. En ellos decía que había oído hablar una vez a un famoso científico medieval diciendo, que cuando todavía podía verse Cristalia, si mirabas a través de muchísimas lentes se distinguían dos formas moviéndose en los mares.

La de un Musi y la de una Casta.