martes, 22 de noviembre de 2011

OTRA NOCHE MIRANDO EN SILENCIO...


 Ni siquiera se para que escribo esto… Ni porqué cuento como me siento en una mierda de blog en el que ni siquiera comenta nadie nunca, y que nadie sigue… Eso sí… las estadísticas no engañan. La gente lo lee. Nos encanta cotillear lo que piensan o sienten lo demás pero siempre desde el más estricto anonimato.

Realmente nunca empecé a escribir aquí esperando que nadie lo leyese, y tampoco es ahora mismo lo que empezó siendo en un principio. Se ha terminado convirtiendo en un lugar en el que hago una especie de auto-terapia. Dicen que es bueno escribir.

Ahí va.

Otra noche más mirando ese perfil. Sin escribir nada, si acaso comentando alguna foto, algún estado o pulsando algún inútil “me gusta”… Desde esta trinchera de cables y circuitos iluminada por esta luz tenue, que es como estar en un zulo ante las puertas del mundo, debería ser todo más fácil. Generalmente lo es para el resto de los mortales. Para mi no lo es.

Pendiente de cada estado, de cada actualización y deseando que tantos de ellos fuesen referidos a mi persona. Tantas maneras de poder hablar, poder salir de dudas y saber si realmente somos tan iguales como intuyo que somos. Tan cerca y tal lejos a la vez en tantos y tantos sentidos.


Pienso en ello y veo imágenes de dedos, labios y cuerpos entrelazados y es tan bonito que no me lo creo. Es ahí cuando pienso que podrías ver a través de mi, que seguro que sería transparente para ti si lo intentase y una vez más volver a ser insignificante entre una inmensa multitud. Y aquí sigo mirando en silencio.

Hace un año, alguien metió en un congelador un corazón ya hecho pedazos. Se intentó zurcirlo y remendarlo como buenamente se pudo. La gente piensa que un corazón helado es irrompible, pero yo creo que es más bien todo lo contrario, que es mucho más frágil y fácil de romper. El hielo no deja de ser cristal al fin y al cabo. Si congelamos algo ya hecho añicos, tiene aún más peligro de fragmentación.

En medio de una lucha contra mi mismo sobre la cuerda floja del mar de la locura, veo una cura. Probablemente esos labios podrían ser la panacea que limpiase el veneno que hierve dentro de mis venas. La mano que se asoma en el abismo y que se ofrece para que no caigas al vacío. Pero de intentar y no ser, el golpe sería muy fuerte. Y un corazón con pegamento del malo, que se heló, tiene el riesgo de romperse para siempre.

Por tanto, los jirones helados quedarán en su sitio. Y el corazón seguirá como hasta ahora. Pendiente de cada una de tus palabras, de tus miradas intensas a una cámara, de tus sonrisas a un flash… Compartiremos las noches juntos sin hablar, tan sólo sabiendo el uno del otro que estamos despiertos, que estamos al otro lado de nuestras oscuras trincheras informáticas. Ojala fuese a más, pero mi corazón no puede permitírselo. Así se quedará,  helado, mal pegado y mirando en silencio.