lunes, 5 de noviembre de 2012

<< Spleen LXXVI >>

<< Spleen LXXVI >>

   Yo tengo más recuerdos que si hubiera mil años.
Un arcón atestado de papeles extraños,
Versos, cartas de amor, procesos, aventuras,
Rizos de pelo envueltos en cintas y facturas,
guarda menos secretos que mi cabeza ociosa.
Es como una pirámide, también como una fosa,
con más muertos aún
que la fosa común.

   Yo soy un cementerio de la luna olvidado,
donde el remordimiento, gusano encarnizado,
peor aún que el error, la culpa, los olvidos,
se ceba siempre con los muertos más queridos.
Soy un viejo boudoir con rosas deshojadas,
donde yace un montón de cosas anticuadas;
los pasteles ya rancios y un Boucher apagado
respiran el olor de un frasco destapado.


   No hay nada parecido a esas largas jornadas
cuando, bajo los gruesos copos de las nevadas,
el tedio –que es el no tener curiosidad–
adopta la apariencia de la inmortalidad.
Desde ahora, eres sólo, ¡oh materia viviente!,
un granito de arena en el Sahara ardiente;
vieja esfinge olvidada a quien nadie hace caso,
contemplada tan sólo por el sol del ocaso.


Charles Baudelaire.
Las flores del mal.

domingo, 21 de octubre de 2012

FRASCOS PARA ENFERMOS


Iluso, vuelves a caer tú solo en el propio bucle de siempre. La misma dinámica reticente de comer perdices tan sólo habiendo leído la capitular. ¿Cómo pudiste pensar que un frasco tan bonito podría estar vacío? Ni siquiera lo sabes a ciencia cierta y ya estás especulando. Vuelves a una de tantas malas manías tuyas, la de pensar demasiado. Dar demasiados loopings o vueltas de campana. El tender a re-interpretarlo todo…


En una nueva vitrina que se te plantea recientemente, hay unos cuantos frascos nuevos. Es curioso porque, aunque todos te interesan en mayor o menor grado, cada vez que abres esa vitrina emana de ti, sin querer, un acto reflejo. Nada puedes hacer al respecto… Es algo que escapa a tu control.

Un frasco. Mirar siempre que ese frasco está ahí… En que sitio está colocado, en que posición… Ese ansia loca por agarrarlo, tocarlo, olerlo, aspirar su suave aroma. Sobre todo, leer su etiqueta de cabo a rabo, saber dónde se elaboró, que se ha mezclado para llegar a contener esos olores, en definitiva conocer todos los datos sobre su perfume.

Tal vez otra de tus muchas enfermedades. Querer saberlo todo. Acumular datos y datos…

Fortuna Dubia, Fortuna Brevis que siempre terminó en Fortuna Mala. Apiádate de él.
Hazle abrir las fauces y esputar el corazón. Y perdone Justicia su intromisión, su pecado. Y si no perdona envíelo al Tártaro… Es igual… Podrá soportarlo. Sería esta la premisa del resto de los mortales, pero no la suya. Callará, permanecerá en silencio una más de tantas y tantas veces. Ya la madera está tan astillada, que otra vez más sería volverlo viruta.

Se que aguardará en silencio, observando, como los ojos relucientes de una lechuza en la noche. Un ave en su puesto de vigía tras el ocaso. Así pasará noche tras noche, día tras día, en silencio. Habrá uno de esos días en el que habrá un punto de inflexión, una dualidad: O todo seguirá igual y el frasco desaparecerá con la vitrina, o por el contrario una señal vendrá y el vigía llenará dicho frasco después de quedar vacío. Y llenarlo, y llenarlo, llenarlo hasta que rebose. Quizás…

¡Enfermos! ¡Esquizos! Exactamente eso os llamarían ahora mis queridos William y Gustavo… quizás lo fuisteis, nos engañasteis, nos disteis el pego…


domingo, 30 de septiembre de 2012

LA NOVELA DE UNO MISMO


Deberíamos venir cada uno con una novela de uno mismo debajo del brazo. A medida que fuésemos avanzando en la vida, todo iría quedando ahí escrito. Lo que se ve y lo que no se ve. Absolutamente todos nuestros actos novelados desde el momento 0. Creo sinceramente que facilitaría mucho las relaciones interpersonales. Además muchos así, leerían algo alguna vez.

 Llevándolo a la práctica, sería algo así:

-¡Hola! Soy Mik. Encantado.
-Yo Periquita Pérez. Igualmente.
Automáticamente se intercambian las novelas.
-¡Uf! 3500 páginas. Pesa.
-470. El tuyo es ligerito.
-Genial, nos vemos en unos días ¿ok?
-Ok. Tú tienes más que leer, así que me llamas tú ¿te parece?
-Perfecto.

Al cabo de un par de semanas. Llamada.
-Un café a las 18:30. Metro tribunal.
-Genial.

Tras un saludo y el correspondiente intercambio, se piden los cafés.
-Oye. Creo que con Pepito Pérez te portaste un tanto mal.
-Lo se. Fue una mala época. A mi me ha gustado mucho aquella vez que tuviste que correr delante de una horda de gitanos. Está narrado muy cómico. No podía parar de reírme.

Después de terminar el café.
-Bueno Periquita ha sido un auténtico placer. Pero creo que no eres para mí.
-Si, lo cierto es que no pegamos ni con cola. Pero encantada de conocerte.
-Ya nos veremos.
-Si, ya nos veremos.
-Cuídate. 


lunes, 10 de septiembre de 2012

This Night We Rise


SILENT HAVOC - This Night We Rise



You're just a shame
digging your own grave
too deep too late for you to escape.

A mouth so full 
of all the lies you wish that were your true reality
Words won't drive me to hell

I've seen that look before so filthy, false and dead
show your fucking face
I'll break that mask now

This night we rise!
We rise above the rest
so high that we will break the sky
and you will fall
straight to hell, to hell, to hell

This is our creed
the voice of all who fight for truth
nothing will change this code 
it's unbreakable

Suck this cock you scum (Until you choke to death)
fuck all the lies you've been trying to spread 
and fuck all the time you have wasted in hate
Time is over now (We'll make you pay your debts)
to repent it's not an option

This night we rise x2

Words crawl like serpents
Truth stands and crushes their scales
Words crawl like serpents
and fade away

This is our creed x2
This is our creed
(the voice of all who) 
fight for the truth
(nothing will change this code)
Nothing...will change...this code
nothing... will change...
This is our creed
This night we rise

lunes, 27 de agosto de 2012

Zzz


Era un pueblito de costa, de esos de leyenda. Salido de entre las líneas de unas páginas ya caducas. Se erguía sobre los cabellos de montañas de ensueño y en lo más alto, al borde de los acantilados, presidía un castillo pantagruélico.

Una antigua plaza calzada en piedra le acogía a él. Caminó torpe de un extremo a otro y rozó a su paso el agua de la fuente con el dedo. Al fondo, la puerta abierta de una casita victoriana invitaba a entrar. Cruzó la puerta y sus ojos tardaron segundos en adaptar la visión a la penumbra. En un rincón estaba ella, con el rostro iluminado por el tenue haz de luz de una vela. El brillo de sus lágrimas deslumbraba.

Ella salió corriendo. Él la siguió por lo oscuros callejones que subían al castillo. Su carrera fue a llevarle a los espesos jardines de palacio. De pronto se encontró en un camino pavimentado. Rodeado de vegetación vestida por la luz de un cielo zafiro, miró a lo lejos. Las antorchas del camino empezaron a rugir. Las llamas alcanzaron unas dimensiones monstruosas y de entre ellas se alzó un corcel. Lo montaba una armadura negra como el carbón. El caballo relinchó con fuerza y emprendió la carrera hacia él. Lo atravesó, y el muchacho pareció paralizarse de terror. Cuando por fin reaccionó, sin poder creerlo, gritó. Unas olas del tamaño de un rascacielos comenzaron a cubrir el castillo. Corrió, pero el agua lo arrastró. Se precipitó al vacío del acantilado, pero cuando pensaba que todo estaba perdido, algo lo agarró.

Tras pasar las olas, el chico pudo mirar ya hacia arriba. Una mano suave sujetaba la suya. Era su mano. Era ella.


domingo, 12 de agosto de 2012

LO ABISAL DE LOS MOTORES






Dos cascadas oculares irrumpieron, sabiendo ya por qué, de lleno en un pesar.
Ser causa de un grave error muy caro. En peligro de lo tan añorado, que torna hostil al más dulce pastel de crema. Es necesario un atillo, con grosa piedra al extremo. Hurgar por dentro e introducir fuera. La grosa piedra hundirá en el infinito todo aquello que pesaba. Lo adherido en lo abisal de los motores.

Lo veré partir bajo mis pies y gritará –¡Soy tú!-. Y yo diré - ¡No!-.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Madera astillada, rocas y fuegos fatuos.


Horas atrás escuchaban mi hermano y un fuego fatuo que se apaga (espero que no por mucho tiempo) esas cosas que se alegan entre cebada fermentada y nubes de tabaco.

Nos poníamos al día en pasiones. Uno más bajito discernía sobre la madera: “Todos somos de madera. La madera cuantos más golpes recibe más se astilla. Toda pieza de madera necesita ensamblarse con otra pieza de madera para formar un todo. Una cómoda, un arcón o una mera estantería. La madera astillada ensambla mejor cuantas menos astillas posee. Por tanto La madera cuanto más astillada más compleja es de ensamblar.” El hermano y el fuego fatuo añadieron que era buena metáfora y sonrieron.



Los tres miraron al suelo. Dos con la esperanza de una lija o pulidora. El fuego fatuo con ganas de arder de nuevo.

Se me pidió hace tiempo un ave Fénix literario. Y surgió. Pero se fue volando. Emigró.

Ahora los restos de la ceniza que no se tornó pluma, se petrifican. Pero las rocas de metal con fuego se vuelven armas. Y con las armas se combate. 

domingo, 4 de marzo de 2012

Mirarse a uno mismo

Dicen que no está bien hablar de uno mismo. Denota egocentrismo.

Siempre me chocaron un poco las personas que repiten hasta la saciedad sus “es que yo creo”, “es que yo pienso”, “es que yo soy una persona que…”. Todos nos creemos con derecho a opinar sobre todo y pensamos que todo lo que queremos escupir es muy importante. Nótese el “rintintín”.

Como ni soy la Madre Teresa de Calcuta, ni tampoco Mahatma Gandhi. Voy a hacer algo que se presupone mal hecho. Desde hace tiempo atrás vengo queriéndome escasamente, por tanto, por contrariarlo y sin que sirva de precedente, voy a hablar de mí mismo.

Siempre fui uno de esos chicos que se sentaba atrás en clase. El que nunca hacía los deberes y no levantaba la mirada del pupitre. Miraba a la mesa por que la decoraba. Probablemente, no me enteré aquel día de cómo se hacía aquella ecuación de segundo grado por que estaba dibujándola. Retratando de tres cuartos a cualquiera de aquellas chicas guapas de clase a las que siempre caí bien, pero que me tenían como el raro.

Mientras tú te preocupabas de mirar a los chicos jugando al fútbol en los recreos y ver quién metía más goles o quién corría más. Yo me preocupaba de partirme la cara de buen rollo con mi otro amigo raro al más puro estilo Ip Man. Probablemente estuviésemos hablando sobre quedar y ver ese viernes tarde Demons (Lamberto Bava, 1985), mientras pasabas por delante, me sonreías, y de las profundidades de mis entrañas yo emitía algún tipo de voz de ultratumba que se asemejaría en su momento a un “Hoo…ola”. Te alejabas entre risas de complicidad con alguna otra amiga y seguramente pensarías en lo raro que era.

Muchos empezaron a tener sus “scooters”, a presumir de ellas, llevar féminas de un lado para otro, acercarlas a casa y demás viajes insustanciales. Servidor volvía a casa en su “skate”. Una pena que sólo fuese monoplaza. Tampoco habrías subido si fuese un vehículo para dos.

Yo escuchaba “casettes” que me grababa en casa. Circulaban por mis oídos ya entonces In Flames o Satanic Surfers. Para ti aquello era ruido. Tú te limitabas a escuchar los 40 Principales. Probablemente no tenías ni un mísero disco o “casette”. Mucho menos una camiseta de Laura Pausini, que decías que te gustaba. 

A pesar de todo ello, con el tiempo, me soplabas la respuesta en voz baja del ejercicio. Buscabas mi mirada cuando me sacaban a la pizarra y quedaba más que claro por mi cara que no tenía ni idea. Gesticulabas e incluso decías en silencio cosas para ver si podía entenderte.

A veces te acercabas a mi mesa entre clase y clase y me sorprendías con “quetales” o “¿Qué pintas?”. A lo cuál yo seguramente respondía: “Dibujas. Dibujar. Pintan los pintores, yo no soy pintor”.

Me preguntabas por mi música. Me pedías un casco para ver que horripilante estruendo de allí se desprendía. Me cogías el lápiz y escribías tu nombre en mi cuaderno. Me sacabas la lengua al pasar. Mirabas para atrás en clase por que sabías que estaba mirándote.

Mientras ellos observaban con caras largas. Entre risas les oías preguntar “¿Qué le decías al raro?” y con ellos disimulabas mejor que conmigo. Me mirabas cuando te ibas con este o aquel en la moto. Cuando tenías algún lío con alguno de ellos y a la salida te daban un beso después mirabas a ver si estaba. A veces lo veía, a veces no… Tantas relaciones esporádicas con miradas… tanta ausencia de palabras…

Con la fiesta vinieron  los excesos. De estupefacientes, alcohol y ego. De repente me comía el mundo. Otras compañías. Much@s de ellos otra serie de raros en mayor o menor medida. Y sobre todo las miradas por fin se volvían palabras y las palabras actos.
El “skate” empezó a darnos más disgustos que alegrías y empezó a quedarse en casa.

Es muy probable que si me encontrase ahora mismo con los dos Miks anteriores, a uno le hubiese dado un par de capones por bobo y al otro partido las piernas por gilipollas.
 Llegamos al Mik 3. Los 6 años de “ella”, que pasaron a ser los 6 años de “esa”. “Ella” sigue siendo al fin y al cabo. Pues si dicen que hay 3 grandes amores en la vida, supongo que aquel sería uno de ellos. Sin explayarme mucho con este Mik, pues ya me lamenté todo lo que me tenía que lamentar y más. Decir sólo que la compartí durante un año sin yo saberlo. 

A dicho Mik, sólo le pegaría cuando hablaba por teléfono. Por lo demás, le habría dado un par de consejos sobre como llevar la relación desde un comienzo. Lo mismo habiendo movido las fichas de otra manera hubiésemos ganado la partida. Una pena. Fue muy bonito lo bonito y muy feo lo feo.

Es muy curioso como hay, tras esto, un breve y esporádico Mik 5, que aparece durante unos escasos meses para “egonomizar” (atención al palabro de cosecha propia) su persona de forma fallida. Una especie de resurgir del Mik 2 pero no tan puro. Digamos forzado.

A este Mik no le diría nada. Que se desfogue.

Cuando se disipa la bruma, nos queda de nuevo una evolución del primer Mik. Como pensó Trey Park para el largometraje de South Park: Más grande, más largo y sin cortes.
Me auto-vacilo añadiendo que largo, tampoco mucho más. Pero alego que en el colegio, era de los más altos de mi clase. El problema fue que me quedé así. Mero chascarrillo.

Ahora deambulo a la deriva entre acordes, electrónica y ebriedad. Letras y no tantos dibujos (hay paro hasta para las musas). Y me hallo de nuevo al final, esta vez de una barra. En el grupo de personas, el que te mira desde atrás. El que mientras se vende la carne, calla y observa. Por que quién calla otorga y es mejor callar cuando no se tiene nada que decir. Yo seguiré ahí, escribiendo mi mierda, gritándola en los bolos, dibujando las excentricidades de mi cabeza en papeles y pensando una y otra vez cada noche que tiene que haber más.

¿Dónde tenemos el enchufe? Todo se me hace nada. Nadando por mantenerme a flote en una realidad que no me basta. Básicamente renuncio a la pescadilla por que siempre se muerde la cola. Lo compararé mejor con el Uróboros, no vaya a ser que alguien con lo de la pescadilla se vaya a pensar que me va a dar por la carne, que tornillos mentales habemos unos cuantos. Sólo busco la paz.

Al último Mik de todos no le puedo decir nada. Está en plenas facultades de maniobra. Pero por hacer un pequeño juego de palabras, tocando la paz mencionada atrás, añadiría el título de uno de los mejores discos de trash metal de la historia. Eso si, cambiando el sustantivo común abstracto, por un nombre propio.

Mik Sells… But Who’s Buying?