miércoles, 16 de enero de 2013

CRISTALIA: LOS PIES DE LA PRINCESA CASTA



Cuentan los ancianos que hubo un tiempo en el que existía un mundo lejano. Un mundo mágico y fantástico cuya superficie estaba toda recubierta de agua salada. Lo llamaban Cristalia “el eterno mar”. Sus aguas eran cristalinas y desde la Tierra parecía una bola de cristal. Cuando Cristalia era alcanzado por el Sol al amanecer, desprendía unos preciosos destellos de oro claro. Cuando en una cara de la Tierra anochecía en la opuesta de Cristalia amanecía, de tal forma que los rayos dorados daban luz y calor en las frías noches terrestres.

Pero Cristalia no siempre fue “el eterno mar”. Uno de esos ancianos, el más viejo de todos, les contó a los otros en su lecho de muerte, una leyenda que jamás había contado. Una leyenda que únicamente él sabía. Una leyenda que a su padre le contó su padre, a éste su padre y a éste último su padre (y así sucesivamente durante siglos y siglos). La historia del cómo Cristalia se tornó mar eterno.

Hace milenios Cristalia era conocido por el nombre de Auria. Era un precioso y cercano planeta muy parecido a la Tierra, antes de ser devastada por los humanos, pero con la peculiaridad de que sus aguas eran dulces como la mermelada. En Auria había miles de criaturas hermosas, igual que los animales de la Tierra. Había también dos principales razas de seres inteligentes que dominaban al resto de criaturas. Los Casta y los Musi. 
 
Los Casta eran una raza anfibia imponente. Eran altos y muy hermosos. Habitaban las Tierras Altas de Auria, donde los mares son dulces. Tenían los ojos almendrados, piel lechosa, cabellos de un amarillo tan claro que casi parecía blanco y tenían una muy peculiar forma de correr pues estaban hechos para el agua.

Los Musi por el contrario eran seres alados más pequeños, no podían nadar pero si volaban cual pájaros. Habitaban el ecuador de Auria. Tenían la tez morena, los cabellos oscuros, manos y pies grandes y voces musicales.

 Los Casta nunca se juntaban con los Musi. Pero hubo una vez, en la que eso cambió.

Kim era un joven Musi que siempre quiso saber como sería poder nadar y respirar bajo las aguas como hacían los Casta. Vivía casi en la frontera con las Tierras Altas así que un día decidió volar hasta la morada de los Casta.

La única forma de acceder a las Tierras Altas era volando desde el ecuador (pues como su nombre indica estaban en lo Alto de imposibles montañas), mientras que la única manera de llegar al ecuador desde las Tierras Altas era descendiendo el Gran Cauce (un torrente de agua que descendía de una de las montañas).

Kim voló durante unas horas y llegó a las Tierras Altas y tras investigar desde el aire las moradas de los Casta y verles nadar igual que delfines por los mares dulces se posó en un árbol cercano a una playa. Del agua vio salir a la más hermosa y bella de los Casta. La princesa Tine. Kim quedó prendado de sus encantos y se acercaba más y más hasta que Tine le vio y comenzaron a hablar. Ella empezó a ver que Kim era un ser especial y él que no había encontrado jamás un ser como ella. Kim cada noche volaba desde el ecuador hasta la ventana del palacio de Tine y poco a poco se fueron enamorando perdidamente.

Un buen día Tine le dijo a Kim que la llevara volando a ver el ecuador, pero que tendría que agarrarla con mucho cuidado, ya que la piel de los Casta era demasiado delicada y frágil. Los Musi agarraban muy fuerte ya que tenían una gran fuerza en las manos y le dijo que sobre todo no podría tocarle nunca los píes. Los pies de los Casta eran muy sensibles y con el tacto de un Musi podrían romperse las membranas que les permitían nadar. Sin ellas no podría volver a hacerlo nunca más.

Una noche mientras jugueteaban y se revolvían y en el aire se dijeron que se amaban e hicieron el amor durante horas y horas mientras volaban por todo Auria. Y Kim dejó en su lecho a la princesa.

Al día siguiente Kim empezó a recordar una y otra vez algo que había hecho mal. Algo que no estuvo bien hacer y que había ocultado a Tine por miedo. Miedo a no volver a ver a su amada princesa Casta. Así que voló una vez más hasta su palacio y Tine se acurrucó entre sus brazos. Comenzaron a volar sobre los árboles y Kim le contó a Tine lo malo que había hecho. Tine se escandalizó y se revolvió entre sus brazos cayendo al vacío. En un acto reflejo Kim agarró a la princesa de los pies rompiendo así sus membranas. La princesa enfureció y le dijo a Kim entre lágrimas que no quería verle. Que se fuera. Así que Kim corrió y emprendió el vuelo mientras lloraba desconsolado e histérico por lo que había hecho y por las palabras de su princesa. Debido a la histeria, el Musi no vio un gran árbol que sobresalía en su ruta de vuelto y tropezó con él. Se estampó y cayó al vacío rompiéndose por completo las dos alas.

Fue la última vez que se vieron Kim y su princesa Casta Tine.

Durante años y años el Musi intentó escalar las montañas y la princesa Casta nadar. Ninguno de los dos tuvo éxito y jamás pararon de llorar. Sus lágrimas saladas inundaron la faz de Auria.

Todos los Musi al principio intentaron volar pero no podían mantenerse siempre en vuelo. Todos los Casta intentaron nadar pero las aguas de Auria se volvieron saladas. Así que tras ahogarse todos los animales de Auria, las dos razas pensantes también lo hicieron.

Así fue como Auria pasó a ser llamada Cristalia “el eterno mar”. Y poco a poco fue desvaneciéndose, condenando al planeta Tierra a sufrir las noches frías y oscuras hasta el fin de los tiempos.

El anciano ya delirando justo antes de expirar, dijo que una vez oyó a su abuelo leerle a su padre unos documentos de su tatarabuelo. En ellos decía que había oído hablar una vez a un famoso científico medieval diciendo, que cuando todavía podía verse Cristalia, si mirabas a través de muchísimas lentes se distinguían dos formas moviéndose en los mares.

La de un Musi y la de una Casta.