Supongo que hasta los caballeros 2.0 lloran…
Por lo menos ya sólo lo hago en la ducha. Es la única manera de camuflar las lágrimas.
Con ése camuflaje, me refiero a camuflarlas para uno mismo, pues habitualmente en la ducha no se está con otra persona.
Así el llanto, parece que forma parte del torrente de agua que desciende por tus mejillas…
Pensaba que ya había terminado todo, pero una vez más, sin razón aparente, vuelve otra vez la misma monserga de siempre a mi cabeza y corazón. Es algo parecido a cuando quieres dormir, pero tienes una fiesta o algún músico con insomnio en el módulo contiguo. Cuando pienso que emigró mi melancolía y que por fin va a dejarme vivir mi vida tranquilo… ella vuelve.
Igual que Gregor en La Metamorfosis de Kafka, ella no se ha convertido en una cucaracha, sino en algo mucho peor. Su recuerdo ahora es un fantasma que camina, un demonio que brota de la oscuridad más profunda de mi alma y que cada cierto tiempo vuelve, al igual que el asesino de cualquier Slasher de la más cruenta serie B, a devorar de nuevo otro pequeño fragmento de mi ser.
Solo quiero que me deje en paz, que se vaya de una vez…
Es curioso, pues antes, venía a mis sueños cada noche, a nuestro mundo de nubes de algodón de azúcar. La verdad es que soñar lo mismo que otra persona, no es algo que pase todos los días. Supongo que por eso, en su subconsciente, es ella la que tampoco quiere dejar de venir a mis sueños. La diferencia, es que yo ya no quiero que venga. Por lo tanto, supongo que es por eso por lo que en aquel instante fueron los más maravillosos sueños, que a día de hoy se han transformado en las más aterradoras pesadillas.
Yo no consigo tener sueños lúcidos. Nunca los tuve, no los tengo y no se porque vaticino que nunca los tendré. Por tanto, imagino que tendré que apechugar con sus visitas nocturnas y con su recuerdo por siempre.
Dicen que un clavo saca a otro clavo, pero… ¿Qué pasa cuando el tabique dónde se clavó el primer clavo a sido dinamitado?
No hay comentarios:
Publicar un comentario